miércoles, junio 21, 2006

Hola, no sé qué hago en verdad escribiendo aquí, rodeado por las tinieblas de la noche, escribiendo a la luz de un candelabro. Quizá es que esos tiempos de miedo y oscuridad, en estos tiempos de egoismo y reclusión, mi alma busca cualquier cosa para liberarse. Las palabras, la pintura y la música, són el único arte que nos deja asir la luz, siempre lo he pensado. Debo decir que me muero de calor, que ahora mismo en vez de estar encerrado en este bosque que me oprime, me gustaría correr por las playas del sur junto con mujeres (como no), o vivir a la deriva con unos viajeros toda mi vida, sin tener que pensar en los orcos o en innumerables enemigos que ahora cada dia y cada noche nos asedian sin cuartel. Quiero que todo el mundo entienda mi mensaje, por eso lo hago con una lengua ajena, con la lengua común.



Soy el guardián del Secreto, un Secreto que hace muchos años por suerte o por desgracia descubrí en las orillas del afluente donde Amroth y Nimrodhel tenían su lecho de amor en lo alto de un arbol. Es una puerta, y desde allí observo a veces con envidia, la vida despreocupada que llevan los seres humanos del futuro, en unos tiempos en qué ya nadie arriesga, en qué el individualismo se ha erguido como Bandera y Estandarte de esa civilización. Y es que es tan duro a veces luchar por algo sin tener en cuenta tus propios sentimientos y anhelos...Cada dia me planteo si debería huir a tierras lejanas y dejarlo todo atrás. Pero me temo que ya no hay lugar donde pueda vivir en paz, debo luchar hasta morir. Por eso os miro con envidia, os observo, y sin embargo cada vez que visito esa tierra de la libertad individual, añoro con intensidad el aroma y la hermosura de los bosques en los cuales nací, añoro poder ver, aunque solo sea muy de vez en cuando, la cabellera rubia de mi gentil y orgullosa señora Galadriel.



Nos está terminantemente prohibido tener relación alguna con el exterior. Con la excusa que es el único lugar donde la luz de los días de antaño aún se conserva (a pesar de que estos jamás volverán) y donde aún las flores sueñan, la tierra de los sueños. Quizá es verdad, vivimos sumidos en un sueño, ajenos al tiempo. Pero ya nada es lo mismo. Ni nosotros, los elfos, podemos burlarnos del tiempo, de ese tiempo que nos lo da y nos lo quita todo. Por eso dejo volar mis anhelos y escribo todo lo que mi corazón quiere comunicar a todo el mundo, en secreto, en un pergamino que después meto dentro de una botella miruvor y envío al otro lado de la Puerta de Nimrodhel, de todo lo que veo, escucho y siento en ambos mundos. Aquí fuera nadie leería lo que escribo, ya todo es oscuro, nadie querría leer cuatro palabras de un loco, de un recluso de si mismo, en medio de la guerra. Solamente los que aún mantienen el corazón puro podrán hallar las botellas que envío en secreto al Otro Lado, quizá incluso podrán cruzar la puerta que lleva al Mundo donde vivo...a pesar que me juego ser encarcelado, o algo peor como el destierro. Pero, sinceramente, ya todo me da igual. Tranquilamente cierro los ojos y escucho los grillos que cantan a la noche estrellada de Yavanna, a la gloria de Eärendil en la víspera del solsticio de verano.

Oh, Elbereth, Ginthoniel, dadme fuerzas para que no me tiemble el pulso mientras escribo esas palabras, únicas poseedoras y guardianas de mi libertad.