martes, junio 27, 2006

Ayer por la noche en Lothlórien fue un día muy duro para nosotros. Repelimos el mayor ataque orco que hemos recibido hasta la fecha, y algunos amigos que tenía desde la infancia murieron bajo sus infames y podridas armas. Al final conseguimos atajar el ataque, pero hoy mi humor no me permite escribir sobre nada alegre ni esperanzador, ni sobre ninguna lección ni sobre mis creencias y deseos.
He llorado recordando aquellos buenos y malos momentos que pasamos juntos mis compañeros que ya no están y yo. La memoria es lo único que persiste, pero la memoria es traicionera, el pasado siempre está troceado, solo són pequeños tintes y relámpagos de instantes que pueden haber cambiado ya producto del paso del tiempo.

Por tanto, ya sólo puedo confiar en la melancolía, que es un sentimiento noble como la risa o el dolor.



Son esos momentos en qué uno deja de creer en todo lo que ha predicado y en todo lo que ha confiado anteriormente, y llega a pensar que todo está cubierto por el odio y la sinrazón. Son momentos en qué sientes como si tu alma está perdida en un mar oscuro en el qué nada vale nada. Te olvidas de tus éxitos, de tus momentos brillantes, de aquellos instantes en qué el corazón estaba sumido en la joya verde de los días felices.
Si tuviera aquí delante las cartas que he escrito hasta ahora, no dudaría un solo momento en quemarlas a la luz de este candelabro que siempre me ilumina. Pero al final solamente me dan ganas de soplar y quedar sumido en la oscuridad.



Para qué sirve seguir viviendo, cuando parece que la justicia nos ha abandonado y se ha prostituido con el mejor postor? Qué hemos hecho, oh Ilúvatar, para merecernos esto? El sonido tierno y dulce de las arpas, las risas como cáscabeles colgando de los árboles y los bellos cantos ya no resuenan a la luz del atardecer, ya solamente se oyen las flechas silbar en el viento aún endulzado por las flores que de cada día más se marchitan.
Es tu venganza por habernos negado a vivir con los Dioses? En realidad no existe la libertad? Tenemos que obedecer a un destino que no anhelamos?



En realidad no añoro nada imperecedero, solamente añoro el canto de la gaviota y el ruido del mar, que en mi alma resuena constantemente, sin jamás conseguirlo acallar, torturándome hasta la saciedad. Mi corazón está quebrado en estos momentos de flaqueza, aunque siempre supe cuan frágil era, como los árboles que ven a lo lejos el Otoño que se acerca, implacable, como las hojas ya enrojecidas mecidas por vientos helados.

Os debo pedir disculpas si por el llanto esta carta aparece medio borrosa, pues de mi tristeza y de mi debilidad solamente se aprovecha el malvado y cruel señor oscuro y sus sirvientes.
Debo ser fuerte, debeis ser fuertes, y no caer en la tentación de bajar los brazos y abandonarlo todo. Aprieto los puños, lleno de rabia, y no obstante intento despejar las nieblas del odio de mi mente, como siempre.

Y al final comprendo que mientras existan corazones puros y libres, jamás podemos rendirnos al enemigo. Y sonrío amargamente, queriendo creer que las almas puras y bondadosas terminaran venciendo al final del todo.

2 Comments:

Blogger Bandrui said...

La batalla es eterna y como tal jamás conocerá el fin. Hay que ser fuertes y sobre todo sabios. Se debe disfrutar el camino y las cosas buenas que nos aporta, dejando a un lado las malas experiencias y aprendiendo a esquivar las piedras. No es feliz el que tiene un camino fácil, sino el que, aún a pesar de las piedras, sabe valorar la belleza del paisaje.

un beso,

Bandrui

PD. que bonito me ha quedado xD

3:38 p. m.  
Blogger Amroth de Lorinand said...

No hay nada más que añadir en tu carta. Estoy de acuerdo con cada una de tus palabras.
Me reconforta saber que en el Otro Lado el arte de vivir es comprendido por gente como tu.

Mae Govannen

Suilad

7:59 a. m.  

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