jueves, junio 29, 2006

Después de la tormenta llega la calma. La tranquilidad intranquila típica después de una batalla drástica, eso es lo que siento yo. El silencio que ahora me rodea ya no me recomforta como antaño, cuando los días eran una maravilla contínua, cuando la vida era música para mis oidos.
Y por eso en mis momentos más melancólicos, siempre desaparecía y me subía a este arbol, a donde podía restar escuchando el silencio de la noche durante horas. Pero era un silencio benigno, siempre con el ruido de las hojas mecidas por el viento, o el canto de algún ave nocturna que lo rompían de vez en cuando. Siempre he necesitado la soledad para hablar de tu a tu con mi alma. Pero ahora ni en mis momentos de profunda soledad consigo hablar con ella. Pareciera como si pronunciara un grito constante, aterrada, torturada por un silencio que ahora no tiene nada de armonioso. Ese silencio es la Muerte.



Pero al recordar viajes, experiencias, historias y leyendas mi corazón se reconforta, sueña, ríe y llora al mismo tiempo. Siempre que la pesadumbre cae sobre mí, estos recuerdos hacen que vea mi existencia sencilla y pequeñísima dentro de un universo basto e incomprensible, pero no obstante lógico en él mismo. Hacen que pueda ver los acontecimientos de otro modo, que le quite importancia a temas como la muerte, pues sin ella la vida no existiría, y permiten que todo lo vea desde una perspectiva relativista y cíclica, sin que tenga por ello que renunciar a mis creencias.

Sinceramente, tengo ganas de que se deje de individualizar de una vez por todas a las culturas, religiones y formas de ver la vida que existen en el Otro Lado y Aquí, en Arda. Estoy harto también que las leyendas y los cuentos se menosprecien alegando que están hechas para el público infantil o, algo que ahora está más extendido, por gentes que no entendían la naturaleza que les rodeaba.
Así pues, esos que se creen tan listos e inteligentes, se ríen cuando oyen hablar de los antiguos Dioses, de heroes legendarios poseedores de una fuerza y un valor increibles, de seres fantásticos buenos y malos, gentiles y terribles; de cuentos sobre calderos mágicos, espadas clavadas en la roca, moradas de Dioses y de guerreros caídos, animales que hablan o sobre dos estrellas que se aman separadas por la Vía Lactea. Se ríen sin más, porque está de moda, porque esas "patrañas" no nos cuentan nada sobre el mundo real, según ellos, porque solo sirven para evadirnos.
Aún así, creo que es lógico estar sumidos en esta época, pues se necesita falta de fe o ausencia de ella, para que esta al cabo de unos siglos vuelva a crecer y a arrelarse con más pureza y perfección en los corazones de la gente.



Y me reafirmo en lo que digo, no solamente falta fe en las cosas que no son visibles, sinó también falta fe en los demás y en nosotros mismos. Una cosa implica la otra.
Se ha perdido la fuerza del símbolo, el conocimiento superior que da a los que saben leer entre lineas en estos cuentos y leyendas que, en realidad, plasman mejor la realidad que cualquier novela realista escrita en el siglo XIX por escritores como el archifamoso Balzac. Las antiguas leyendas y los mitos nos hablan de algo cotidiano, tangible, que jamás ha cambiado: nos habla de los miedos, del orgullo, del valor, del instinto de superación, de la maldad y la bondad, de la luz y la oscuridad, de la alegría, de la pena, del amor y del odio, de aceptar (o no) lo inevitable y la verdad.



Y es que los forjadores de mitos tenían una comprensión mucho más profunda que nosotros de la naturaleza del ser humano, de los animales y del resto de seres vivos. No, no sabían por qué se produce un arco iris o un terremoto o por qué se suceden el día y la noche. Por eso esas cosas que veían con sus propios ojos y no sabían por qué se producían, las convirtieron en acciones producidas por Dioses o en un viaje llevado a cabo por un heroe legendario o por un inmortal.
Por ejemplo, os contaré algo que aprendí leyendo maravillado las paredes de las tumbas, los sarcófagos y los templos de Egipto: en Egipto existía la leyenda que el Dios Ra (el dios Sol) con su barca, cada noche, bajaba hacia las tinieblas combatiendo a monstruos y a criaturas del inframundo, que no deseaban que la luz volviera a renacer. Entonces el Dios Ra, ayudado por otros Dioses y protectores, luchaba durante horas contra sus enemigos y solamente al final, después de una encarnizada batalla, podía renacer en forma de escarabajo (el escarabajo es el símbolo del renacimiento en el Antiguo Egipto) y ascender por el horizonte para recorrer otra vez el paraíso del día.

-> Es fácil descubrir qué simboliza todo esto: Simboliza la ciclicidad de la vida, en la cual debemos pasar por tormentos y oscuridad para renacer constantemente. Nos dice que si no luchamos contra la oscuridad, si no nos arriesgamos a ello, no viviremos la vida pues no podremos nacer a un nuevo vida.



Un día puede haber luz, y otro día oscuridad. La una y la otra se necesitan mutuamente. Aquí en la foto observamos a Ra en su barca, a punto de acceder a las tinieblas, con su "Anj" (que simboliza la vida).

Sin embargo, muchos "estudiosos" tacharán ese tipo de leyendas de solo querer explicar con ello por qué existe el día y la noche. ¿Ya os he dicho que tienen una incapacidad terrible para leer entre líneas? Repito: Todos los mitos están basados en la realidad, no són un mero método de evasión.

En el resto de culturas de origen animista existe siempre ese factor de fondo: el del renacimiento y el de la reencarnación del alma. Al igual que una veneración especial hacia la naturaleza, un conocimiento casi sobrenatural de ella, y un "algo" Universal Femenino (nuestra madre tierra) también ligado a la ciclicidad y al renacimiento que nos une a Todos por igual: La americana Pacha Mama (ojo! esos no son animistas, pero si os fijais tiraron por el mismo lado), la egipcia Isis, la Cristiana virgen María, la celta Danu (os suena el río Danubio, bautizado por los celtas?), la griega Afrodita y la romana Venus, la japonesa Amaterasu (religión sintoísta), etc.



Y también lo que llama la atención es que todos los dioses de los diferentes panteones de todo el mundo tienen funciones distintas y poseen facetas identificadoras con el alma humana. Són símbolos de diferentes trozos de nosotros mismos: dioses y diosas del amor, de la sabiduría, el arte, el odio, la maldad, la destrucción, la armonía, el caos, la muerte, el renacer, la pena, la alegría...Y sobre todos ellos siempre impera un Dios que permanece inmutable, creador de todos ellos. Quizá con eso solamente viéramos que somos un compendio de pasiones pintados sobre un lienzo blanco que es la armonía y la eternidad del Universo.



Y ya con el alma un poco más relajada, cierro los ojos y escucho los látidos de cada vez más lentos e imperceptibles de nuestra "tierra de los sueños". Al pensar en los sueños me viene a la mente una figura enigmática: el druida. Quizá, si aún me mantengo con vida, algún día escriba algo sobre este colectivo que, en verdad, presiento que proviene de los Días Antiguos. Solamente os voy a dejar, para vuestro disfrute, una frase de un druida llamado Taliesin (o más conocido en la saga artúrica como el mago Merlín):

Yo he sido un águila
Yo he sido madera en el soto
Yo he sido una espada en la empuñadura
Yo he sido un escudo en la batalla
Yo he sido una palabra entre las letras

2 Comments:

Blogger Bandrui said...

Aunque en cierto modo estoy de acuerdo, por otro lado disiento. Soy de las que piensa que muchos mitos son para explicar acontecimientos de la naturaleza (como la salida y ocultamiento del sol). No obstante no todo queda ahi, puesto que como buen mito tiene su trasfondo filosófico y moral más o menos desarrollado. Es algo que hay que valorar. Además las mitologías son preciosas e interesantísimas.

A parte estoy de acuerdo en ese sentimiento de que hace falta algo de magia en nuestra vida, si no nos convertiremos en máquinas.

mique-li!

4:41 p. m.  
Blogger Amroth de Lorinand said...

Lo malo es que los estudiosos normalmente solo se fijan en una de las dos funciones que tienen los mitos: la explicación de la naturaleza. Como dices tu, los mitos ocultan algo mucho más profundo.

Que esos tiempos apresurados no nos hagan insensibles

Mique-li

8:10 a. m.  

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