domingo, julio 02, 2006

No podría decir que hoy estoy feliz, pues desde que empezaron las guerras nunca más he vuelto a sonreir de verdad. Pero ayer fue un día que pasará a los anales de la historia de nuestro Reino en decadencia. Repelimos un ataque orco con éxito aplastante, el ataque más grande de los últimos siglos. Nos atacaron por cuatro flancos, con una clara voluntad de querer dar el último golpe al sagrado Reino de Lothlórien. Pero salimos al ataque con una fiereza nunca vista, usando todo lo que tuvimos a mano, sin temer a la muerte ni a la oscuridad, sin nada que perder. Cayeron muchos Hermanos míos, pero no dejamos un solo orco en pie. Ya no me entristezco por las pérdidas, ya no puedo permitirme este lujo. Solo puedo aspirar a vengar sus muertes y a vender caras nuestras vidas con fuerza y honor, pensando en los maravillosos días de antaño y manteniéndolos siempre en nuestro corazón, para que su luz nos de valor y coraje para combatir las tinieblas.

Tengo las manos repletas de heridas profundas, aún brota sangre de ellas, y escribo esa carta con un dolor casi insoportable. Pero el dolor me ha purificado, me ha liberado de todos los miedos de antaño, y me ha hecho apreciar toda la pureza y la belleza que aún en estas pésimas condiciones en nuestro Bosque y en algunos lugares de la Tierra Media y del Otro Lado sobreviven, y me ha hecho estar orgulloso de haber vivido siempre con bondad y sencillez, junto con todos mis compañeros y compañeras.



Las trémulas notas del arpa que ahora, de mis manos heridas, salen y vuelven a danzar entre las innumerables hojas de los mallorn después de meses de silencio, se me aparecen ahora sin la pesadumbre y el dolor terrible de unos tiempos que ya no volverán, sinó todo al contrario, con una belleza y una ternura que jamás había experimentado en todos los años de mi larga vida. Es una paradoja, pero hay algo en esta belleza, que de cada día más se consume, que me sobrecoje y me fascina. Las heridas se abren en cada cuerda que toco, pero me da igual, esa es la música del Final, una música celestial que jamás se volverá a escuchar.

Pese a saber que, ganando o perdiendo, nuestra tierra de los sueños jamás volverá a ser lo que era y decaerá irremediablemente hasta desaparecer para siempre, no nos dejaremos morir sin presentar batalla.

Y junto a mi, cada noche, antes de la batalla, todos tocan y cantan sobre los árboles a la luz de la Luna, con voces llenas de dolor, con notas que destilan una profunda desazón, y no obstante terriblemente maravillosas.