Silvano's Tree

jueves, junio 29, 2006

Después de la tormenta llega la calma. La tranquilidad intranquila típica después de una batalla drástica, eso es lo que siento yo. El silencio que ahora me rodea ya no me recomforta como antaño, cuando los días eran una maravilla contínua, cuando la vida era música para mis oidos.
Y por eso en mis momentos más melancólicos, siempre desaparecía y me subía a este arbol, a donde podía restar escuchando el silencio de la noche durante horas. Pero era un silencio benigno, siempre con el ruido de las hojas mecidas por el viento, o el canto de algún ave nocturna que lo rompían de vez en cuando. Siempre he necesitado la soledad para hablar de tu a tu con mi alma. Pero ahora ni en mis momentos de profunda soledad consigo hablar con ella. Pareciera como si pronunciara un grito constante, aterrada, torturada por un silencio que ahora no tiene nada de armonioso. Ese silencio es la Muerte.



Pero al recordar viajes, experiencias, historias y leyendas mi corazón se reconforta, sueña, ríe y llora al mismo tiempo. Siempre que la pesadumbre cae sobre mí, estos recuerdos hacen que vea mi existencia sencilla y pequeñísima dentro de un universo basto e incomprensible, pero no obstante lógico en él mismo. Hacen que pueda ver los acontecimientos de otro modo, que le quite importancia a temas como la muerte, pues sin ella la vida no existiría, y permiten que todo lo vea desde una perspectiva relativista y cíclica, sin que tenga por ello que renunciar a mis creencias.

Sinceramente, tengo ganas de que se deje de individualizar de una vez por todas a las culturas, religiones y formas de ver la vida que existen en el Otro Lado y Aquí, en Arda. Estoy harto también que las leyendas y los cuentos se menosprecien alegando que están hechas para el público infantil o, algo que ahora está más extendido, por gentes que no entendían la naturaleza que les rodeaba.
Así pues, esos que se creen tan listos e inteligentes, se ríen cuando oyen hablar de los antiguos Dioses, de heroes legendarios poseedores de una fuerza y un valor increibles, de seres fantásticos buenos y malos, gentiles y terribles; de cuentos sobre calderos mágicos, espadas clavadas en la roca, moradas de Dioses y de guerreros caídos, animales que hablan o sobre dos estrellas que se aman separadas por la Vía Lactea. Se ríen sin más, porque está de moda, porque esas "patrañas" no nos cuentan nada sobre el mundo real, según ellos, porque solo sirven para evadirnos.
Aún así, creo que es lógico estar sumidos en esta época, pues se necesita falta de fe o ausencia de ella, para que esta al cabo de unos siglos vuelva a crecer y a arrelarse con más pureza y perfección en los corazones de la gente.



Y me reafirmo en lo que digo, no solamente falta fe en las cosas que no son visibles, sinó también falta fe en los demás y en nosotros mismos. Una cosa implica la otra.
Se ha perdido la fuerza del símbolo, el conocimiento superior que da a los que saben leer entre lineas en estos cuentos y leyendas que, en realidad, plasman mejor la realidad que cualquier novela realista escrita en el siglo XIX por escritores como el archifamoso Balzac. Las antiguas leyendas y los mitos nos hablan de algo cotidiano, tangible, que jamás ha cambiado: nos habla de los miedos, del orgullo, del valor, del instinto de superación, de la maldad y la bondad, de la luz y la oscuridad, de la alegría, de la pena, del amor y del odio, de aceptar (o no) lo inevitable y la verdad.



Y es que los forjadores de mitos tenían una comprensión mucho más profunda que nosotros de la naturaleza del ser humano, de los animales y del resto de seres vivos. No, no sabían por qué se produce un arco iris o un terremoto o por qué se suceden el día y la noche. Por eso esas cosas que veían con sus propios ojos y no sabían por qué se producían, las convirtieron en acciones producidas por Dioses o en un viaje llevado a cabo por un heroe legendario o por un inmortal.
Por ejemplo, os contaré algo que aprendí leyendo maravillado las paredes de las tumbas, los sarcófagos y los templos de Egipto: en Egipto existía la leyenda que el Dios Ra (el dios Sol) con su barca, cada noche, bajaba hacia las tinieblas combatiendo a monstruos y a criaturas del inframundo, que no deseaban que la luz volviera a renacer. Entonces el Dios Ra, ayudado por otros Dioses y protectores, luchaba durante horas contra sus enemigos y solamente al final, después de una encarnizada batalla, podía renacer en forma de escarabajo (el escarabajo es el símbolo del renacimiento en el Antiguo Egipto) y ascender por el horizonte para recorrer otra vez el paraíso del día.

-> Es fácil descubrir qué simboliza todo esto: Simboliza la ciclicidad de la vida, en la cual debemos pasar por tormentos y oscuridad para renacer constantemente. Nos dice que si no luchamos contra la oscuridad, si no nos arriesgamos a ello, no viviremos la vida pues no podremos nacer a un nuevo vida.



Un día puede haber luz, y otro día oscuridad. La una y la otra se necesitan mutuamente. Aquí en la foto observamos a Ra en su barca, a punto de acceder a las tinieblas, con su "Anj" (que simboliza la vida).

Sin embargo, muchos "estudiosos" tacharán ese tipo de leyendas de solo querer explicar con ello por qué existe el día y la noche. ¿Ya os he dicho que tienen una incapacidad terrible para leer entre líneas? Repito: Todos los mitos están basados en la realidad, no són un mero método de evasión.

En el resto de culturas de origen animista existe siempre ese factor de fondo: el del renacimiento y el de la reencarnación del alma. Al igual que una veneración especial hacia la naturaleza, un conocimiento casi sobrenatural de ella, y un "algo" Universal Femenino (nuestra madre tierra) también ligado a la ciclicidad y al renacimiento que nos une a Todos por igual: La americana Pacha Mama (ojo! esos no son animistas, pero si os fijais tiraron por el mismo lado), la egipcia Isis, la Cristiana virgen María, la celta Danu (os suena el río Danubio, bautizado por los celtas?), la griega Afrodita y la romana Venus, la japonesa Amaterasu (religión sintoísta), etc.



Y también lo que llama la atención es que todos los dioses de los diferentes panteones de todo el mundo tienen funciones distintas y poseen facetas identificadoras con el alma humana. Són símbolos de diferentes trozos de nosotros mismos: dioses y diosas del amor, de la sabiduría, el arte, el odio, la maldad, la destrucción, la armonía, el caos, la muerte, el renacer, la pena, la alegría...Y sobre todos ellos siempre impera un Dios que permanece inmutable, creador de todos ellos. Quizá con eso solamente viéramos que somos un compendio de pasiones pintados sobre un lienzo blanco que es la armonía y la eternidad del Universo.



Y ya con el alma un poco más relajada, cierro los ojos y escucho los látidos de cada vez más lentos e imperceptibles de nuestra "tierra de los sueños". Al pensar en los sueños me viene a la mente una figura enigmática: el druida. Quizá, si aún me mantengo con vida, algún día escriba algo sobre este colectivo que, en verdad, presiento que proviene de los Días Antiguos. Solamente os voy a dejar, para vuestro disfrute, una frase de un druida llamado Taliesin (o más conocido en la saga artúrica como el mago Merlín):

Yo he sido un águila
Yo he sido madera en el soto
Yo he sido una espada en la empuñadura
Yo he sido un escudo en la batalla
Yo he sido una palabra entre las letras

martes, junio 27, 2006

Ayer por la noche en Lothlórien fue un día muy duro para nosotros. Repelimos el mayor ataque orco que hemos recibido hasta la fecha, y algunos amigos que tenía desde la infancia murieron bajo sus infames y podridas armas. Al final conseguimos atajar el ataque, pero hoy mi humor no me permite escribir sobre nada alegre ni esperanzador, ni sobre ninguna lección ni sobre mis creencias y deseos.
He llorado recordando aquellos buenos y malos momentos que pasamos juntos mis compañeros que ya no están y yo. La memoria es lo único que persiste, pero la memoria es traicionera, el pasado siempre está troceado, solo són pequeños tintes y relámpagos de instantes que pueden haber cambiado ya producto del paso del tiempo.

Por tanto, ya sólo puedo confiar en la melancolía, que es un sentimiento noble como la risa o el dolor.



Son esos momentos en qué uno deja de creer en todo lo que ha predicado y en todo lo que ha confiado anteriormente, y llega a pensar que todo está cubierto por el odio y la sinrazón. Son momentos en qué sientes como si tu alma está perdida en un mar oscuro en el qué nada vale nada. Te olvidas de tus éxitos, de tus momentos brillantes, de aquellos instantes en qué el corazón estaba sumido en la joya verde de los días felices.
Si tuviera aquí delante las cartas que he escrito hasta ahora, no dudaría un solo momento en quemarlas a la luz de este candelabro que siempre me ilumina. Pero al final solamente me dan ganas de soplar y quedar sumido en la oscuridad.



Para qué sirve seguir viviendo, cuando parece que la justicia nos ha abandonado y se ha prostituido con el mejor postor? Qué hemos hecho, oh Ilúvatar, para merecernos esto? El sonido tierno y dulce de las arpas, las risas como cáscabeles colgando de los árboles y los bellos cantos ya no resuenan a la luz del atardecer, ya solamente se oyen las flechas silbar en el viento aún endulzado por las flores que de cada día más se marchitan.
Es tu venganza por habernos negado a vivir con los Dioses? En realidad no existe la libertad? Tenemos que obedecer a un destino que no anhelamos?



En realidad no añoro nada imperecedero, solamente añoro el canto de la gaviota y el ruido del mar, que en mi alma resuena constantemente, sin jamás conseguirlo acallar, torturándome hasta la saciedad. Mi corazón está quebrado en estos momentos de flaqueza, aunque siempre supe cuan frágil era, como los árboles que ven a lo lejos el Otoño que se acerca, implacable, como las hojas ya enrojecidas mecidas por vientos helados.

Os debo pedir disculpas si por el llanto esta carta aparece medio borrosa, pues de mi tristeza y de mi debilidad solamente se aprovecha el malvado y cruel señor oscuro y sus sirvientes.
Debo ser fuerte, debeis ser fuertes, y no caer en la tentación de bajar los brazos y abandonarlo todo. Aprieto los puños, lleno de rabia, y no obstante intento despejar las nieblas del odio de mi mente, como siempre.

Y al final comprendo que mientras existan corazones puros y libres, jamás podemos rendirnos al enemigo. Y sonrío amargamente, queriendo creer que las almas puras y bondadosas terminaran venciendo al final del todo.

domingo, junio 25, 2006

En mis múltiples viajes hacia el otro lado, como ya he comentado en anteriores cartas (si alguien en verdad ha terminando hallando las botellas que con tanto cariño os envío), me he llevado bastantes decepciones, pero no menos alegres y esperanzadoras sorpresas. Aún existe un aura de los tiempos antiguos en algunos lugares y expresiones artísticas del Otro Lado, en los cuales no existia la guerra, el odio ni el egoismo, y en donde imperaba el amor profundo hacia todo lo que rodeaba a la vida, tanto en lo oscuro como en lo luminoso. Tiempos en qué la ciencia no existía, en qué no importaba indagar en busca de algo tanginble y físico, sinó al contrario, en búsqueda de lo mágico y en busca de lo que la razón no podía abarcar del todo (y aún no puede, por muchos avances tecnológicos que se hayan llevado a cabo).



Por eso, bajo mi humilde opinión, la ciencia es inútil, y más aún de la forma arbitraria y egoista con qué se utiliza, porque simplemente está basada y edificada en la estúpida creencia que el ser humano todo lo puede saber y conocer, y a menudo esta pretensión hace que mucha gente se olvide de lo que realmente importa. Es inútil, por ejemplo, conocer la distancia que nos separa del Sol, nuestra composición química, la construcción de un robot y de maquinària precisa o intentar hallar empíricamente las energías que rigen el Universo. Todo esto en nuestras vidas cotidianas carece de importancia. La ciencia solamente tendría su utilidad si se usara para enmendar todo el daño que se ha hecho por parte de la humanidad al planeta tierra, y eso en esos tiempos parece imposible visto el talante de los poderosos y el pasotismo de la gente.



Pero en fin, metámonos en materia. En mi viaje a un país allí en el Otro Lado llamado Japón, muchas cosas me llamaron la atención. Aún siendo el sitio donde el sistema capítalista más implantado está hasta límites insospechados, la tradición que mezcla religiones como el budismo zen o el sintoísmo han hecho que esa sociedad aún mantenga valores que, pese a chocar frontalmente con el agobio, el pesimismo, la desnaturalización y la rapidez en qué sus vidas se balancean cada día, no han desaparecido sinó todo al contrario. El sintoísmo y el budismo zen, mezclados, propugnan una vida ascética, en armonía con la naturaleza y el entorno, en qué todas las pequeñas cosas tienen una gran importancia, junto con un amor desapasionado pero profundo como el océano. La observación de la naturaleza, la serenidad y la tranquilidad de lo cotidiano y la unión con el universo. Son todos ellos valores que aquí, en Arda, antaño los elfos tenían como estandarte, antes que, al igual que el resto de razas, se pervirtieran por la guerra y la incomprensión.



Me ha parecido interesante dedicar esa carta a los Haiku. Los Haiku són poemas japoneses impregnados por todos esos valores que antes ya he comentado. Tienen una antigüedad milenaria, con infinidad de influencias como por ejemplo la poesía clásica china. Han variado poco durante cientos de años, aunque evidentemente han evolucionado y han ido adquiriendo influencias a lo largo del tiempo. Pero de los haiku hay algo que siempre ha quedado invariable hasta nuestros días: constan de 3 versos de 5 7 5 sílabas. Ese sistema de 5 7 5 contiene, como en muchos aspectos de la cultura japonesa, algo simbólico: La naturaleza que va siendo modificada por cambios imperceptibles por el paso del tiempo, pero su esencia permanece incorruptible.
Puede que al principio a la mayoría de vosotros, que no estais acostumbrados a leer cosas sencillas y sin pretensión, os parezcan esos poemas demasiado simplones o desprovistos de calidad literaria, pues la poesía occidental siempre se ha caracterizado por la subjetividad y la complicación, y de búsquedas de difíciles rimas y palabras rebuscadas.



Pero cuando los leais solo os pido una cosa: hacedlo sin prejuicios, dejaros llevar por ellos.


Matsuo Bashô


Piernas enclenques
tendré, pero está en flor
el monte Yoshino.


Me llamarán por el nombre
de caminante.
Tempranas lluvias de invierno.


el cuervo horrible
¡qué hermoso esta mañana
sobre la nieve!


Con el rocío de la mañana
sucio, fresco...
el barro del melón.


En el camino, la fiebre:
y por mis sueños, llanura seca,
voy errante.


En los claros de nieve,
el leve violeta de los brotes
de la flor de udo


crecen los días
para el canto incansable
de las alondras


canta el cuclillo:
un bosque de bambú
filtra la luna


un mar revuelto:
sobre la isla de Sado
la Vía Láctea


¡Qué gloria!
Las hojas verdes, las hojas jóvenes
bajo la luz del sol.


La libélula
intenta en vano posarse
sobre una briza de hierba


en la bahía
también la primavera:
flores de olas


Las montañas y el jardín
se van adentrando
hasta mi habitación de verano


El mar ya oscuro:
los gritos de los patos
apenas blancos.


A la intemperie,
se va infiltrando el viento
hasta mi alma.


Yo soy un hombre
que come su arroz
ante la flor de asagao


Este camino
nadie ya lo recorre
salvo el crepúsculo


Un viejo estanque;
se zambulle una rana
ruido de agua.


Quietud:
los cantos de la cigarra
penetran en las rocas.


La primavera pasa;
lloran las aves
y son lágrimas los ojos de los peces.


Aroma del ciruelo,
de repente el sol sale.
Senda del monte.


Luna de agosto.
Hasta el portón irrumpe
la marejada.


¡Ha llegado la primavera!
Monte anónimo
entre fina hierba.


Plenilunio de otoño;
paseo en torno al estanque
toda la noche.


¡Que santidad
la del hombre que ante un relámpago
no comprende la realidad!


Los crisantemos
se incorporan etéreos
tras el chubasco.


yo me pregunto,
avanzado el otoño,
qué hará el vecino


Olor a crisantemos.
Y en Nara, viejas
imágenes de Buda.


A una amapola
deja sus alas una mariposa
como recuerdo.


Bajo un mismo techo
durmieron las cortesanas,
la luna y el trébol.


Hoy el rocío
borrará lo escrito
en mi sombrero.



viernes, junio 23, 2006

Al igual que en la Tierra Media, al Otro Lado esta noche es mágica. Supongo que casi todos lo sabreis, pese a que ya hace 2 días fue el solsticio de verano, las celebraciones a proposito de este día són hoy.

La noche del solsticio de verano, tanto en un lado como en el otro, es una fecha muy especial. Por qué lo es? Porque está entre los dos equinoccios: el de Primavera y el de Otoño y, por supuesto, porque es el día más largo y la noche más corta de todo el año. Pero no todo termina ahí.
El calendario céltico es el que está más cerca de la Realidad, o mejor dicho, el que consigue explicar mejor ese fenómeno. Sin embargo, esas creencias no són exclusivas ni mucho menos de esa cultura.



En la cultura celta, siempre se ha considerado mágico y sagrado todo lo que no pertenece ni a una cosa ni a otra pero a la vez pertenece a las dos: todo lo que está en medio. Por eso tradicionalmente, cuando se consultaba a un druida para un augurio, el ritual se llevaba a cabo en lo alto de una montaña (entre la tierra y el cielo), o en las costas (mar y tierra). Según cuentan las leyendas célticas tanto del continente como de las islas, es la noche ideal para ver, hablar o hacer contratos con criaturas sobrenaturales (duendes, hadas, y otros seres de la penumbra). Sinceramente, esas criaturas aquí en Arda jamás las he visto, y sospecho que solamente són reminiscencias del Mundo Verdadero que, paradójicamente, es donde vivo yo y está a punto de desaparecer por el fuego de la guerra y el egoismo.



En todas las culturas del otro lado esta fecha siempre ha marcado el inicio de las buenas cosechas, el momento propicio para el amor, para los augurios y para mantener también contacto con los dioses. En todas las culturas los dioses en esa noche se aparean (la diosa de la tierra y el dios que la fecunda) como símbolo otra vez de la buena cosecha -> hay que recordar que en aquellos tiempos (no como ahora que todo el mundo tiene acceso a la comida sin el más mínimo esfuerzo) aparte de trabajar como burros tenían que procurarse la comida ellos mismos, y por eso la buena marcha de la agricultura y la ramadería eran esenciales. Como ahora todavía es costumbre, la gente bailaba alrededor de las hogueras y saltaba encima de ellas para pedir buena suerte en el amor, en la cosecha, en la salud, etc. Tanto el fuego como el agua, que simbolizan lo masculino y lo femenino, son esenciales en este día. Por eso las hogueras se encienden siempre cerca del mar, de un lago o de un río.

Por eso es tan celebrado este día, porque simboliza el comienzo de la fertilidad pero, al mismo tiempo, el comienzo del declive que, poco a poco, lleva a la escasez del invierno. Es la siempre sagrada mezcla entre el progreso y el declive, la luz y la oscuridad, la eterna "lucha" entre contrarios, los cuales en esa noche se unen indistintamente, y los dos se aparean. Nada pertenece a Nada, y al mismo tiempo Todo pertenece a Todo.



Por todo eso y mucho más, esa noche es especial, y sería una tontería intentar aculturizar esa fiesta diciendo que es celta, romana, griega, china, hindú o inca. Es de todos, desde la prehistoria todas las culturas la han celebrado, han notado la profundidad de su magia. Es una pena que ahora con tanto materialismo y tan escasa espiritualidad en el Otro Lado apenas haya quedado como algo anecdótico, como una fiesta más, como un entretenimiento más, lo cual sirve como excusa para hacer botellón o para realizar rituales ridículos en las playas. Se ha perdido el significado profundo de esta noche y, con ello, se ha perdido corazón. Si viviérais intensamente y espiritualmente estos momentos, la vida se os mostraría como lo que en verdad es: un ciclo, en qué la bipolaridad no existe y los contrarios no siempre se rehuyen, donde no hay estación buena ni mala, simplemente diferente. Os imaginais un mundo con un eterno verano, o con un eterno invierno? Sería un mundo sin sentimientos, eso lo tengo bien claro. Y lo malo es que de cada vez la gente es menos conciente de la naturaleza que les acoge, y eso hace que sus almas de cada vez se encierren más en ellas mismas.



Mientras termino de escribir esas palabras, pienso en la primera vez que estuve en Stonehenge y en Newgrange (en las Islas Británicas), el primer año que visité el Otro Lado. Y debo decir que aquella puesta de Sol del solsticio de verano...casi me llenó tanto de felicidad como cuando la observo desde el arbol más alto de Lothlórien, poniéndose el Sol en los páramos ahora arrasados y oscuros como un infierno.
Solo quiero que penseis una cosa: solo vosotros, los seres humanos, soys los que vivís aislados en vuestro mundo, mientras este último sigue igual que siempre. Solamente es que ahora estais ciegos por vuestra propia codicia y vuestro apresuramiento inútil y, de nuevo, por ese empirismo engañoso que os ha legado esa civilización racionalista. Aún teneis lugares maravillosos que aún mantienen la magia de los días antiguos, en los cuales me hallo yo, justo en su final.

No dejeis que vuestros sentidos se cierren para siempre a la verdadera vida.

jueves, junio 22, 2006

He intentado focalizar mis pensamientos y mis emociones en hacer otras cosas como tocar un rato la flauta o la guitarra, o sencillamente observar la luna llena, o esperar a ver un amanecer que desde hace años no veo, escuchando los cantos de los pájaros que saludan al nuevo día.
No, hoy mi pluma escribe sola, no lo puedo evitar, tengo ganas de dejar salir mis sentimientos al exterior, por encima de todas las copas de estos arboles que nos resguardan en este reino el nuestro, quiero que maduren, quiero que encuentren otros brazos que los puedan asir.

Hará unos 6 años iba caminando tranquilamente por el bosque, en busca de raices, tubérculos, frutos y otros vegetales que me pudieran servir de comida. Iba tocando la flauta más pequeña que tengo, maravillándome, como solía hacer siempre, con cada pequeño detalle, con cada pequeño movimiento que me brindara la naturaleza. Mi destino, no obstante, siempre era llegar a Caras Galadhon, pues como las mujeres de allí no las hay en ningún otro sitio. Al llegar allí era costumbre mía (y aún lo es) sentarme en las grandes raices de un arbol y desde allí observar las doncellas que, gràciles y bellas como cisnes, danzaban, cantaban y reían. Pero aquel día el destino me deparó una sorpresa que iba a cambiarme la vida para siempre, no se si para bien o para mal, y no quiero saberlo. De hecho, es mi creencia que no hay nada que sea del todo para bien, ni del todo para mal. Todo posee matices. Por eso a menudo pasamos de un estado muy feliz a uno muy triste.



Bueno, a lo que iba. Aquel día no iba a ser como los demás. Iba andando cerca del afluente de Nimrodhel, tocando la flauta, y contento ante la perspectiva de ver a las chicas en Caras Galadhon, cuando de pronto me escurrí con una piedra húmeda, y caí en el afluente. Refunfuñé unas cuantas palabras en mi idioma, y, cuando hice ademán de salir de ahí mojado de pies a cabeza, noté como una fortísima corriente me arrastraba hacia el fondo. Empecé a mover brazos y piernas desesperadamente, pero en pocos segundos aquella cosa ya me había absorbido.
Y así fue como aparecí en el Otro Lado, por arte de una magia extraña, y lo que más me impactó fue que llevaba un ropaje distinto, mi flauta, el arco y el carcaj con las flechas habían desaparecido, llevaba un peinado extraño. Era todo diferente, como si viviera una vida paralela a la mía en mi Mundo, y, sin embargo recordaba perfectamente Arda. Me sentí como si aquel Yo hubiera por fin tomado conciencia de él mismo y hasta ahora simplemente hubiera vivido una mentira. Todas las cosas que me rodeaban, y eso es lo que me llamó más la atención, me parecían familiares, no me extrañaban para nada, siendo un mundo totalmente opuesto al mío. No había ninguna novedad en todo aquello, pero tampoco se puede decir que conociera nada realmente de aquel mundo. Era un sentimiento tan raro, que las palabras se quedan cortas.



Así pues, decidí tomarme mi libertad y ver como se las montaba la gente en aquel mundo.
Durante esos 6 años he vivido, sentido y visto de todo en el Otro Lado, y lo primero que me chocó fue el estilo de vida apresurado que llevan ahí casi todos. No lograba comprender (ni aún ahora lo comprendo) el por qué todo el mundo necesita encontrarle un sentido a la vida, por qué todo el mundo necesita una meta definida, independiente, única. No entendía por qué la gente sufría tanto por el paso inexorable del tiempo. Nunca vi a nadie, excepto alguna que otra excepción, que le diera importancia a las cosas pequeñas y sencillas de cada día: una simple conversación, el trino de los pájaros, un beso, las risas, un baile, pasearse por un mercado, el ruido de las hojas mecidas por el viento... Por qué siempre se ponen metas tan elevadas? Por qué se entristecen cuando no pueden conseguir lo que su ambición egoista les pide?

Solamente esas cosas de cada día que menospreciais os harán felices.



Nunca entendí, además, como esas gentes se podían gastar el dinero en cosas totalmente inútiles y pasajeras, que no dejan jamás huella en el alma, y no lo gastaban en viajar. Casi lo consideré como un insulto hacia mi persona. Siempre he anhelado viajar, pero nunca lo he hecho porque mis obligaciones me exigen estar siempre de vigía a lo alto del arbol donde vivo, en mi flet, y además ahora que la obscuridad se cierne sobre nosotros, es nuestro deber permanecer aquí. No hay nada que enriquezca más el alma y abra más el corazón que conocer nuevas formas de ver la vida, y convivir con gentes distintas. No hay nada más sencillo y no hay nada que haga que estés en armonía contigo mismo y con los demás que el viajar. Mis mejores recuerdos están en el único viaje que hice al Bosque Negro, muchos años atrás, cuando aún no había alcanzado la mayoría de edad.

Vosotros que sí podeis, hacedlo.

miércoles, junio 21, 2006

Hola, no sé qué hago en verdad escribiendo aquí, rodeado por las tinieblas de la noche, escribiendo a la luz de un candelabro. Quizá es que esos tiempos de miedo y oscuridad, en estos tiempos de egoismo y reclusión, mi alma busca cualquier cosa para liberarse. Las palabras, la pintura y la música, són el único arte que nos deja asir la luz, siempre lo he pensado. Debo decir que me muero de calor, que ahora mismo en vez de estar encerrado en este bosque que me oprime, me gustaría correr por las playas del sur junto con mujeres (como no), o vivir a la deriva con unos viajeros toda mi vida, sin tener que pensar en los orcos o en innumerables enemigos que ahora cada dia y cada noche nos asedian sin cuartel. Quiero que todo el mundo entienda mi mensaje, por eso lo hago con una lengua ajena, con la lengua común.



Soy el guardián del Secreto, un Secreto que hace muchos años por suerte o por desgracia descubrí en las orillas del afluente donde Amroth y Nimrodhel tenían su lecho de amor en lo alto de un arbol. Es una puerta, y desde allí observo a veces con envidia, la vida despreocupada que llevan los seres humanos del futuro, en unos tiempos en qué ya nadie arriesga, en qué el individualismo se ha erguido como Bandera y Estandarte de esa civilización. Y es que es tan duro a veces luchar por algo sin tener en cuenta tus propios sentimientos y anhelos...Cada dia me planteo si debería huir a tierras lejanas y dejarlo todo atrás. Pero me temo que ya no hay lugar donde pueda vivir en paz, debo luchar hasta morir. Por eso os miro con envidia, os observo, y sin embargo cada vez que visito esa tierra de la libertad individual, añoro con intensidad el aroma y la hermosura de los bosques en los cuales nací, añoro poder ver, aunque solo sea muy de vez en cuando, la cabellera rubia de mi gentil y orgullosa señora Galadriel.



Nos está terminantemente prohibido tener relación alguna con el exterior. Con la excusa que es el único lugar donde la luz de los días de antaño aún se conserva (a pesar de que estos jamás volverán) y donde aún las flores sueñan, la tierra de los sueños. Quizá es verdad, vivimos sumidos en un sueño, ajenos al tiempo. Pero ya nada es lo mismo. Ni nosotros, los elfos, podemos burlarnos del tiempo, de ese tiempo que nos lo da y nos lo quita todo. Por eso dejo volar mis anhelos y escribo todo lo que mi corazón quiere comunicar a todo el mundo, en secreto, en un pergamino que después meto dentro de una botella miruvor y envío al otro lado de la Puerta de Nimrodhel, de todo lo que veo, escucho y siento en ambos mundos. Aquí fuera nadie leería lo que escribo, ya todo es oscuro, nadie querría leer cuatro palabras de un loco, de un recluso de si mismo, en medio de la guerra. Solamente los que aún mantienen el corazón puro podrán hallar las botellas que envío en secreto al Otro Lado, quizá incluso podrán cruzar la puerta que lleva al Mundo donde vivo...a pesar que me juego ser encarcelado, o algo peor como el destierro. Pero, sinceramente, ya todo me da igual. Tranquilamente cierro los ojos y escucho los grillos que cantan a la noche estrellada de Yavanna, a la gloria de Eärendil en la víspera del solsticio de verano.

Oh, Elbereth, Ginthoniel, dadme fuerzas para que no me tiemble el pulso mientras escribo esas palabras, únicas poseedoras y guardianas de mi libertad.